jueves, 12 de julio de 2018

El oro negro: elemento de poder y protagonista de conflictos internacionales.

El término del oro negro casa perfectamente con una sociedad que depende, de manera casi inevitable, de este recurso natural. El oro negro, a partir de la Segunda Revolución Industrial, y coincidiendo con la Primera Globalización, se convierte en un bien indispensable para el desarrollo de los países industrializados. El petróleo cambiará la forma de producir, y por ende también cambiará la forma en la que los países se relacionan en torno a él. 
El petróleo, a pesar de ser conocido desde la prehistoria, es a partir de los últimos años del siglo XIX cuando empieza a tomar una posición de ventaja respecto a otros recursos energéticos, dado el desarrollo de la industria automovilística. Sin embargo, el uso del petróleo y sus derivados se utilizan para gran diversidad de productos: combustible y naftas, keroseno, gasóleos, aceites, asfaltos, aditivos, plásticos, telas sintéticas y un largo etcétera. 
Con la creciente industrialización, los países se han convertido en agentes sumamente dependientes del petróleo, más cuando no se encuentra en su territorio. Por lo tanto el oro negro se torna un elemento no sólo de interés energético o industrial, sino también económico, político y social, convirtiéndose así en un arma en defensa de los propios intereses y un elemento de poder de unos países respecto a otros. 
En el mundo los yacimientos de petróleo se encuentran, por regla general, en países como Estados Unidos, Rusia, Iraq, Arabia Saudí, Irán, Libia, Venezuela o Nigeria. Por lo que los países que no gozan de este bien, o que no tienen métodos eficientes y rentables de extracción, se ven obligados a importarlo de estos países. Esto hace que el conflicto sea ineludible.

El petróleo tras la Segunda Guerra Mundial

El conflicto armado desarrollado entre los años 1939 y 1945 y que implicó a diversidad de países a lo ancho y largo del globo, finalizó con una situación excesivamente desigual. Un Japón destruido, así como una Europa arrasada, en contraposición al territorio estadounidense, que permaneció indemne. Las consecuencias económicas, políticas y sociales de la guerra más fraticida y violenta darán paso a una nueva manera de ver el mundo y a una nueva forma de interrelacionarse, con la ilusa intención de promover la cooperación y el respeto entre las diferentes naciones.  
Tras la Segunda Guerra Mundial, EEUU  no sufrió los terribles efectos económicos y sociales que sufrió Europa. Así, adoptó una situación ventajosa, que facilitaría su hegemonía. Además, la prosperidad económica y el consumismo fueron los ingredientes que marcaron estos años posteriores a la contienda. El crecimiento del número de vehículos, así como un ritmo de vida frenético marcaron las vivencias de la sociedad americana de la época.

Sin embargo, las tensiones entre naciones no acabaron con el conflicto bélico. El período conocido como Guerra Fría mantendría la incertidumbre hasta entrados los años noventa del siglo XX. Comenzaría así la batalla de intereses y de control político internacional.  
En torno a estos años, eran EEUU y Rusia los principales productores de petróleo, sin embargo vieron en Oriente Medio la oportunidad de obtener una situación ventajosa en lo que respecta al tablero político y económico. Sería entonces cuando EEUU, alentado por la escasez de sus yacimientos y el crecimiento exponencial de consumo de petróleo, instigase a Arabia Saudí a proporcionarle el oro negro a cambio de seguridad.  

En este contexto, en torno a los años cincuenta, los países de Oriente Medio toman conciencia de su situación. Los acuerdos de concesión firmados en el período de entreguerras, les dejaban en una condición de inferioridad respecto a los países desarrollados, que crecían gracias a este bien natural no renovable que ellos poseían. 

En el año 1951 en Irán comienza una huelga por parte de los trabajadores de la empresa petrolera angloiraní, que llevaba décadas aprovechándose de los yacimientos localizados en Irán. La huelga se extendió rápidamente por todo el país, en una escalada de violencia y tensión social. En esta coyuntura, aparece en escena un actor clave que marcará el origen del conflicto entre los países de Oriente Medio y los Estados Unidos: Mohammad Mosaddeq. El crecimiento de su popularidad entre las clases trabajadoras le hicieron llegar al poder en 1951. Su primera medida fue nacionalizar la compañía angloiraní, pasando a llamarse la NIOC (Compañía Nacional de Petróleo Iraní).  Este hecho, tuvo una gran repercusión en la prensa internacional y el resto de países, sobre todo en EEUU y Gran Bretaña, que sintieron una profunda indignación. Mosaddeq, consciente de los intereses puestos en la riqueza de su tierra por parte de Occidente, dio prioridad a la prosperidad y beneficio del pueblo Iraní.  

Aunque en un primer momento los británicos instaron a Mosaddeq a recular, no lo consiguieron, ya que además Irán tenía el apoyo de la URSS. Para dar solución a este conflicto de intereses, los ingleses llevaron al Tribunal Internacional de la Haya sus reclamaciones, donde consiguieron su legitimación. En esta tesitura, EEUU aprovechó esta situación para también defender sus intereses y frenar el avance del comunismo en el bloque oriental. Sin embargo, Mosaddeq no cedió ante las presiones, comenzando así el boicot por parte de los británicos del petróleo iraní, generando aún más conflictos sociales dentro de sus fronteras. La insolvencia y endeudamiento de Irán hicieron que Mosaddeq acudiese a los americanos en busca de apoyo, pero sus tensiones no se apaciguaron. En este contexto, se llevaría a cabo el golpe de Estado de 1953 orquestado por el servicio secreto británico y la CIA que derrocó a Mosaddeq.  

Tras un período de estabilidad, Eisenhower, actor de relevancia, fue recibido en Irán con los brazos abiertos, e Irán pasó a estar bajo la influencia de EEUU, coincidiendo con una época de bonanza de la industria petrolera.  

Tres años después del intento de Mosaddeq por poner en jaque a las potencias con la nacionalización de la compañía petrolera, será en Egipto, donde comiencen los levantamientos en contra del imperialismo norteamericano. Gamal Nasser, conocedor de su ventaja estratégica con el Canal de Suez, optará por nacionalizarlo en el año 1956. El Canal había estado controlado por ingleses y franceses, y Nasser se negaba a que esta situación se mantuviese. Fue así cómo se precipitó el conflicto, cuando Francia y Gran Bretaña optaron por sabotear los barcos y bloquear el Canal con la ayuda de Israel.  
Por otro lado, EEUU, en el contexto de la Guerra Fría, quería mantener su influencia en Egipto, obligando tanto a franceses como a ingleses a retirarse. Este enfrentamiento entre Egipto y los países anteriormente mencionados, dieron lugar al bloqueo del Canal y por tanto la subida del precio del petróleo. Este incremento de precios tuvo importantes consecuencias negativas para los países occidentales.  

 También en los años cincuenta, surgió también la voluntad de Italia de independizarse de las grandes compañías petroleras. Italia, tras la guerra, era un territorio asolado, completamente dependiente de los Estados Unidos para su recuperación. Esta búsqueda por independizarse en materia de petróleo enfureció mucho a los EEUU, que vislumbraba el riesgo de pérdida de hegemonía de las compañías angloamericanas. Italia ofreció acuerdos de extracción a Irán y a Egipto, lo que EEUU intentó impedir por todos los medios. Una vez más, las relaciones diplomáticas entre Irán y EEUU no llegaron al entendimiento. En el año 1960 Enrico Mattei culminaría con la independencia energética respecto a las grandes petroleras, con nuevos acuerdos con la URSS, lo que sin duda puso en alerta al gran poderoso norteamericano.

El nacimiento de la OPEP

Desde el año 1955 con la Conferencia de Bandung, comienzan los movimientos de oposición al imperialismo por parte de los países no-alineados. Las reclamaciones de independencia por parte de los Estados del sur empiezan a coger fuerza. La década de los sesenta quedará marcada por las guerrillas en América Latina, los conflictos armados en las colonias de ultramar del sudeste asiático, y los movimientos estudiantiles y obreros.  

En este contexto de tensión internacional, las principales compañías petroleras decidieron de manera unilateral rebajar los precios del crudo dada la superproducción. No era de extrañar, pues, que los países exportadores estuviesen descontentos con esta decisión, que perjudicaba de forma directa sus intereses teniendo en cuenta que su única fuente de riqueza era el oro negro.  

Con el inicio de la década de los sesenta se funda por iniciativa de Venezuela y Arabia Saudí, la Organización de Países Exportadores de Petróleo. Su posición de vulnerabilidad frente a las grandes petroleras hizo que varias naciones exportadoras confluyesen en la necesidad de defender sus intereses frente a ellas. Así, se forma la OPEP, compuesta por países como Venezuela, Arabia Saudí, Irán, Iraq, y Kuwait, entre otros, que se irían incorporando en años posteriores. El objetivo de la organización era decidir un precio común para su petróleo y coordinar las políticas en esta materia entre los países miembros.  

Aunque en los primeros años de vida de esta organización no tuvo el éxito que se esperaba, sería en los años setenta cuando la OPEP comenzase a mostrar su poder en el tablero internacional. Con un cincuenta por ciento de la producción mundial, estos países se percataron del poder que el oro negro les otorgaba. Asimismo, los países occidentales, cada vez más industrializados, incrementaban su dependencia respecto a los países de la OPEP y sus condiciones.

La guerra de Yom Kippur y la primera crisis del petróleo

El año 1973 marca un antes y un después en la historia del petróleo. Pero como en muchas otras ocasiones, es un conflicto bélico el que inicia el proceso de rebelión de la mano de los países de la OPEP. 
En octubre de este año, Egipto y Siria, apoyados por Jordania, lanzan un ataque contra Israel. Hay que recordar que el conflicto entre países árabes e Israel comienza décadas antes, con la ocupación y presión de Palestina por parte de Israel. Se desarrollaría pues, en 1973 la cuarta guerra árabe- israelí. En este contexto, EEUU, advertido anteriormente por los países árabes, hace caso omiso y mantiene su alianza con Israel, lo que le enfrentó directamente con Arabia Saudí, uno de los países más ricos en petróleo de la región. Las consecuencias no tardarían en llegar.  

En estos años, se estaba llevando a cabo un profundo cambio monetario internacional. Nixon, entonces presidente, incapaz de mantener el sistema acordado tras la Segunda Guerra Mundial en Breton Woods, se vio obligado a permitir la devaluación del dólar en 1971. Las transacciones del petróleo se hacían en esta moneda por lo que los países exportadores perdían mucho dinero. Este hecho fue, sin duda, el que precipitó la crisis. 

EEUU tenía el poder en la economía mundial, pero los países árabes eran conocedores del arma que poseían: el petróleo. Con razón al conflicto de Yom Kippur, los países exportadores embargan los envíos de crudo a los países aliados con Israel, siendo el primero los EEUU.  
En Kuwait, en una reunión entre los países del Golfo pertenecientes a la OPEP, se decide subir el precio del crudo un setenta por ciento, para presionar la salida de Israel del territorio palestino. El alto al fuego sólo consiguió atenuar la tensión de la situación, ya que los países de la OPEP ratificaron su poder con nuevas subidas del precio del petróleo. 

Así, en el año 1974 el precio se multiplicó, pasando de 2.5 $ el barril hasta llegar a los 10 $.2 En occidente comienza a escasear el suministro, las calles antes llenas de vehículos se vacían, las gasolineras colocan el cartel de “no combustible”. Los gobiernos intentan concienciar a la sociedad del ahorro energético, y se corrobora la trascendencia internacional de las decisiones tomadas por la OPEP, pues, por primera vez, los países del tercer mundo, ponían en jaque a Occidente. 

Occidente frente a la crisis

La crisis del petróleo provoca en Europa una auténtica crisis social y económica. Una recesión que se llevó consigo puestos de trabajo y pequeñas empresas. Estos países industrializados sufren ahora las consecuencias de no poder mantener su nivel de producción, cuando además, los precios no dejan de crecer, lo que se conoce como estanflación.

En esta tesitura, los estados industrializados invierten en nuevas técnicas y recursos energéticos para proveer las necesidades industriales y sociales. El uso de nueva tecnología más eficiente, con nuevos puntos de explotación, como en Alaska o Mar del Norte, o el desarrollo de otro tipo de energías, como la nuclear, con el objetivo de ser menos dependientes de los países de la OPEP.

La segunda crisis del petróleo

La revolución islámica se inauguró con una huelga de trabajadores en octubre de 1978. Esta huelga paró una de las mayores refinerías de petróleo del mundo, y propició la parada de la producción. El entonces miembro de la oposición, el Ayatolá Jomeini quiso sacar provecho de la inestabilidad que estaba sufriendo Irán. Con su llamamiento de resistencia frente a las potencias occidentales, el país  paró de manera total la producción, creando así una nueva subida de los precios, que llegó a un ciento setenta y cinco por ciento en algunos países.  Los conflictos y malestar dentro de sus fronteras ascendieron en una carrera de violencia, culminando en el año 1979. 

En este contexto tan incierto, surgieron tensiones entre los países de la propia OPEP. La frontera entre Irán e Iraq, territorio rico en petróleo, se convirtió en objeto de disputa entre ambos países. Sadam Husein decidió así incumplir los tratados de no-agresión firmados anteriormente con Irán. Además, Sadam Husein fue apoyado por los países del golfo, por miedo a que la revolución islámica iraní se extendiese por todo oriente medio. El régimen de Sadam Husein presumía de ser moderno y no religioso, cuestión que logró el apoyo de países como EEUU o la URSS. Con la invasión de Irán por parte de Iraq en 1980, se inaugura el conflicto entre los países más ricos en petróleo del mundo. Durante el enfrentamiento (más de ocho años de duración), se destruyeron yacimientos e infraestructuras, lo que de nuevo tuvo consecuencias en el conjunto de los mercados internacionales.

Las consecuencias de la crisis en los países del Tercer Mundo

Las consecuencias de la inestabilidad en el mercado del petróleo no sólo las sufrieron los países industrializados. Fueron, de facto, los países del tercer mundo los que soportaron de manera más contundente esas consecuencias. Fue el caso de África, con su histórico subdesarrollo, la que observó cómo sus facturas energéticas crecían día a día sin capacidad de respuesta, multiplicándose sus deudas.  
Los países de la OPEP, en cambio, vieron cómo sus ingresos crecían exponencialmente, con aumento extraordinario de la riqueza. Las ciudades en estos países crecieron, se construyeron nuevas infraestructuras, hospitales y colegios, casas y monumentales construcciones. En definitiva, países que pasaban a estar desiertos a tener ciudades súper desarrolladas.

La contracrisis

El hecho inesperado se presentó años después de la crisis del petróleo y la recesión económica. Los Estados aprendieron la lección con las dos grandes crisis de 1973 y 1979 y optaron por depender menos del petróleo. Nadie se podía imaginar que llegaría un momento de  sobreproducción en 1982 que provocase la caída repentina de los precios. Para estabilizar la situación, los países de la OPEP se comprometieron a cumplir unas cuotas de producción, sin embargo, su falta de liquidez para dar respuesta a sus enormes deudas,  les obligaba a superar esas cuotas. Se creaba así el conflicto de intereses dentro de esta organización que, previamente unida había conseguido poner en jaque a los países desarrollados.  
La brusca bajada de los precios tiene unas consecuencias desastrosas para los países exportadores, que no encontraron mejor salida que volver a abrirse a las grandes corporaciones para al menos mantener estables los precios y asegurase unos ingresos razonables.



En definitiva, el oro negro se convierte en un elemento de poder y conflicto a nivel internacional. La dependencia de las diferentes sociedades de este recurso provoca las tensiones entre países exportadores y países consumidores, que tuvieron y tendrán que entenderse para conseguir un equilibrio global. 
Desde la industrialización, los recursos energéticos, se convierten en engranaje indispensable para sostener el sistema económico imperante capitalista. El oro negro, anhelado por todos, se convierte pues un arma para frenar o por el contrario acelerar el crecimiento económico y social de una nación. Por ello, las relaciones diplomáticas, los acuerdos y cuotas en materia de petróleo se convierten en una necesidad en un mundo globalizado, cada vez más competitivo.  
Queda claro, por otra parte, que EEUU es un actor determinante en la escena internacional respecto a este bien energético. Su hegemonía le permite influir en la voluntad de sus aliados, así como en las organizaciones internacionales.



Alba Mª Rodríguez (2018)

domingo, 5 de junio de 2016

Mayo del 68 y el cine






La Chinoise es un largometraje publicado en 1967, un año antes del conocido mayo francés. Ambientada y producida en torno a este año, el director Jean-Luc Godard, uno de los principales representantes de la Nouvelle Vague, nos presenta aquí una compleja producción. Estamos ante una película que además de hacer una reflexión sobre la realidad histórica y social de los años sesenta en Francia, se produce en el momento en el que se está dando esa realidad. Godard reivindica en ella su ideología y plasma de forma magistral la complejidad y las contradicciones que uno mismo se puede encontrar en sus creencias, a pesar de hacer uso de la dialéctica y la razón. 

El director nos presenta a un grupo de jóvenes franceses: una estudiante de filosofía, un actor, un estudiante de químicas, y una chica que, simbólicamente, podemos asociar a la clase trabajadora. El director nos advierte al comenzar, que es una ``película en preparación´´, por lo que entendemos que es una metáfora del proceso que se está llevando a cabo en la vida real. No estamos por tanto visionando una película sobre mayo del 68, sino que ella misma se nutre del movimiento que se está originando. 

Antes de entrar a hacer el análisis de la obra, es conveniente ponerse en antecedentes. Los años sesenta quedarán marcados con acontecimientos como la guerra de Vietnam (1965), la revolución cultural de Mao (1966), la muerte del Che Guevara (1967), La Primavera de Praga (1968), y el tema que nos ocupa, el movimiento estudiantil francés, ocurrido este mismo año. Asimismo, y para entender las demandas de la nueva sociedad, hay que tener en cuenta que ésta había sufrido una transformación en su estilo de vida, ligada a la revolución sexual, los medios de comunicación de masas, la cultura pop y el papel de la mujer, entre otros.

La película empieza con la lectura de un discurso que aboga por la necesidad de la revolución para acabar con el antagonismo de clases en la sociedad francesa. Estas primeras palabras marcan todo el hilo argumental de la película. Los compañeros, de los cuales no sabemos nada de sus vidas fuera del espacio donde se desarrollan todas las acciones, ocupan una casa que se queda vacía durante todo el verano, en la ciudad de París.  En ella los jóvenes se reúnen para reflexionar y debatir, siendo su tema central la revolución comunista y la revolución cultural china. Estos propósitos reflejan muy bien 
las inquietudes del sector estudiantil francés. Un sector que a lo largo de los años se había desarrollado, ya que cada vez más jóvenes ingresaban en las universidades para cursar estudios superiores. La formación de mentes críticas e inquietas, darían posteriormente lugar a los movimientos de mayo  en Francia. 

Como decíamos, este grupo de jóvenes va desarrollando a lo largo de la película toda una ideología, una conciencia, la cual intentan cimentar sobre bases teóricas. Para ello, utilizan el Libro Rojo de Mao, debaten y discuten, como en una especie de asamblea donde uno expone, y los demás escuchan. Intentan comprender el socialismo científico de Karl Marx, sin embargo, sólo llegan a soluciones ambiguas, que en cualquier caso, desembocan en la violencia y el terrorismo, como única vía para la revolución. 

De este modo, Godard nos intenta introducir en ese idealismo que representaban los jóvenes de estos años, que, tras la muerte del dictador Stalin, el cual había demonizado al comunismo, se veían libres para recuperar esa esencia del marxismo-leninismo y contextualizarlo en la sociedad moderna francesa. En definitiva, tratan los temas asociados a la izquierda progresista de esta década, con el propósito  de formar su propia conciencia, poner en cuestión sus concepciones y descubrir cuál es su papel en la sociedad. 

Llama poderosamente la atención cómo Godard nos transmite su crítica artística y social. Una de las escenas en las que se celebra la ``asamblea´´, utiliza el encuadre para separar al profesor, a los alumnos, y al pueblo. Puede leerse como una crítica a la diferencia entre clases que, pese a la consolidación de la clase media, seguía vigente. 
Además, es muy significativa la predominancia de los tres colores primarios (en las localizaciones, el vestuario, los créditos), ya que Godard, influido por el neoplasticismo y el constructivismo, los asocia a ideales políticos. Hipótesis con fundamento ya que en la película se reflexiona la relación arte-teatro-política. 
Finalmente los personajes deben dejar el piso. Comienza un nuevo curso y han de volver a la universidad, dejando atrás ese aislamiento dedicado a la reflexión y la crítica. Con el abandono de este espacio, acaba su propia revolución. 

En definitiva, se trata de un film experimental que es revolucionario en sí mismo, que deja espacio para pensar la propia revolución a través de la situación que se está dando en ese piso burgués. De una forma sutil a la par que profunda, vemos como una juventud disconforme y soñadora libra su propia batalla para cambiar el mundo que le rodea. Una obra, que dirigida por el genio Godard, podemos calificar de visionaria ya que, meses más tarde, se desarrollarán los acontecimientos que marcarán el mayo del 68, con los altercados en Nanterre y los posteriores disturbios en la capital, consecuencia de un movimiento estudiantil y la huelga general. 





Bibliografía:  

COHN-BENDIT, D; DAMMANN, R. (2008) ``La rebelión del 68´´. Ed: Global Rhythm. ISBN: 
978-84-96879-22-5 

JUDT, T. (2006) ``El momento de la socialdemocracia´´. En: Postguerra: una historia de Europa desde 1945. Ed: Taurus. ISBN: 84-306-0610-6 

JUDT, T. (2006) ``El espectro de la revolución´´ En: Postguerra: una historia de Europa desde 1945. Ed: Taurus. ISBN: 84-306-0610-6 

MANUEL AZCONA, J. (2005) `` Mao y la Revolución´´ En: Historia del mundo actual (1945-2005): ámbito sociopolítico, estructura económica y relaciones internacionales. Ed: Universitas, S.A. ISBN: 84-7991-179-4 

RAMÍREZ, J.A. (2005) ``Arquitectura y urbanismo del siglo XX´´ En: Historia del Arte: el 
mundo contemporáneo. Ed: Alianza editorial. ISBN: 84-206-9484-3   

Un análisis de Novecento, un film de Bernardo Bertolucci





La película Novecento, considerada una de las obras maestras del cine, nos sumerge con maestría en los acontecimientos que marcaron la primera mitad del siglo XX en Italia. En un período convulso, se vislumbra la atmósfera que respira una Europa que comienza la nueva centuria. Así, los protagonistas personificarán las dos clases antagónicas de la sociedad italiana, las cuales veremos también distanciadas en cuestiones ideológicas: socialismo y fascismo. 


A lo largo de cinco horas de largometraje, Bertolucci abarca un período amplio, comprendido entre 1901 y 1945, aproximadamente tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial. De este modo, a lo largo de la película asistimos al espacio previo a la Primera Guerra Mundial, sus consecuencias en años posteriores y las nuevas ideas predominantes que se consolidaron en la década de los años veinte y treinta, así como a las causas, el desarrollo, y el derrocamiento del fascismo. 

Olmo y Alfredo representan la amistad nacida entre dos personas de distinto estrato social, dentro del mismo ámbito agrario italiano. De esta forma, el director nos ofrece la dualidad, la doble perspectiva que confronta las condiciones de vida de nuestros dos protagonistas. Alfredo, hijo del patrón, acostumbra a pasar sus ratos libres con un niño de su edad, Olmo, que debido a su condición de campesino y trabajador, simboliza la otra cara de la moneda. Sin embargo, Alfredo empatiza con la situación de éste, y se deja influenciar por la ideología socialista, reivindicando su oposición al régimen establecido. 

En las primeras secuencias se pone en relieve el estado de la Italia rural, donde aún se utilizan herramientas rudimentarias para trabajar la tierra, al no haberse afianzado las consecuencias de la Segunda Revolución Industrial. Será posteriormente, cuando Olmo haya vuelto de combatir en la Gran Guerra, cuando se evidencia la consolidación del capitalismo, con la introducción de nuevas herramientas y maquinaria. Por tanto, queda patente el arcaico sistema feudal que se mantiene, con estructuras que dejan al campesinado en una situación de precariedad y de total dependencia del patrón. Por otra parte, adopta relevancia el papel de la mujer campesina, que combate la injusticia de forma feroz, alentada también por las ideas socialistas y los levantamientos revolucionarios. 

En esta coyuntura llegamos a 1914, y el inicio de la Primera Guerra Mundial. El imperialismo surgido en el siglo XIX y los conflictos y tensiones entre naciones, desembocaron en este enfrentamiento armado sin precedentes. Italia, que desde principios del siglo XIX venía gestando un profundo nacionalismo, ligado al movimiento romántico, y que además se había visto debilitada en la carrera imperialista, se situó del lado de la Triple Alianza (Alemania, Austria-Hungría e Italia), de la que formaba parte desde tiempos de Bismarck. Sin embargo, pronto adquirió una posición de neutralidad, para más tarde, en 1915, y debido a razones de interés bélico, posicionarse del lado de los países pertenecientes a la Entente. 

Un año antes de la finalización de la Gran Guerra, Italia optó por el abandono de la contienda, retirándose. En ese mismo momento, en Rusia, se llevaba a cabo la revolución bolchevique liderada por Lenin, llegando al poder y dando lugar al primer gobierno proletario. El éxito de la revolución roja calaría profundamente en el campo Italiano, como se aprecia en Novecento. Por otra parte, el fracaso militar y la situación de posguerra en Italia, empujarían, a partir de este trance, al nacimiento de actitudes e ideologías extremistas que se materializarían en la doctrina fascista de Benito Mussolini. Así comenzó un período marcado por la inestabilidad política y social, el clima violento, y la lucha por combatir la expansión del socialismo. 

Entrando en la década de los años veinte, Bertolucci reproduce a la perfección la vorágine en la que se encuentra la clase burguesa: la actitud irracional y salvaje de los personajes, su atracción por las nuevas drogas, el alcohol, la prostitución, la xenofobia y, sobre todo, por la violencia. Violencia que está presente durante toda la producción,  y que permite adivinar el clima en el que estaba envuelta una Italia desengañada. Los resultados de la guerra, contrarios a sus expectativas expansionistas, provocarían en el país ese sentimiento de frustración. En esta tesitura, el gobierno democrático liberal se vio enormemente debilitado, situación que fue aprovechada por Mussolini. 

Olmo, que en estos años mantiene su relación con Alfredo, observa en él cómo paulatinamente se va acercando a la clase dominante a la par que conserva su cercanía con los camisas negras, siendo esto un reflejo claro del auge del fascismo en estos años. 

Será Atila el que represente a esta milicia, defendiendo en todo momento los principios violentos, irracionales, racistas y nacionalistas que caracterizan al fascismo. Así, vemos en la película el fanatismo que produce el nuevo orden, cuando los camisas negras y la oligarquía se reúnen para señalar al enemigo común. De este modo, las escuadras de combate son apoyadas y financiadas por la burguesía, que teme perder sus privilegios a causa de la revolución socialista, dando lugar a la creación del Partido Nacional Fascista. 

En el año 1922, con el Duce en el poder, la represión ejercida contra los socialistas fue agresiva y continuada, y la situación del campesinado, decadente. La democracia liberal había sido incapaz de soportar la situación y el nuevo régimen autoritario ganaba adeptos en todas las capas sociales. El carisma del dictador parecía convencer a una sociedad desengañada, en la que abundaba un sentimiento nacional, que rechazaba el liberalismo y el parlamentarismo. La creación de esta nueva sociedad italiana, se percibe con claridad en la película, a la vez que queda reflejada la resistencia de los partisanos, defensores de las ideas comunistas-marxistas. 

Más tarde, la situación se vio agravada con la crisis financiera y económica iniciada con el crack del 29. Las consecuencias de esta recesión pronto reforzaron el totalitarismo y el anticapitalismo. Las clases poderosas habían perdido la confianza en el sistema del libre mercado, y reclamaban una jerarquía social que favoreciera sus intereses. Así, el régimen de Mussolini se apoyó en una economía de autoabastecimiento, y en toda una estructura que coartaba las libertades individuales centralizando todo el poder en el Estado, órgano supremo de control y represión. Se afianzaba así la Italia Fascista que Bertolucci nos presenta en su película. 

Pero como nos demuestra la historia, ningún régimen se mantiene constante e inamovible en el tiempo. En el año 1945, casi al fin de la Segunda Guerra Mundial, llega el momento de juzgar a los que habían sido cómplices del régimen. Vemos en la escena al grupo de campesinas perseguir a Atila y Regina (compañera de éste), cuando tratan de huir, y más tarde vemos cómo los braceros juzgan a Alfredo Berlinghieri, el patrón. Esta escena simboliza la caída de un régimen opresor y dictatorial, en beneficio del éxito socialista, que todos celebran sacando la bandera roja y cantando la canción titulada con el mismo nombre. 

En definitiva, y como se había dicho al principio de este escrito, se trata de un trabajo de gran calidad cinematográfica, rico en alegorías y fecundas críticas, donde la labor interpretativa facilita la comprensión de un período tan agitado y crispado. La actitud irracional e incluso esquizofrénica de algunos de los personajes pone de manifiesto el carácter de la sociedad del siglo XX: aturullada, cambiante, dinámica, que tan bien plasmaron entonces movimientos como el futurismo. El nuevo mundo de las drogas, la música o el cine, así como la ilusión por alcanzar la prosperidad americana, se presentan aquí como un tímido espejismo frente a la cruda realidad que vive gran parte de la población. Por otra parte, el director constata el papel de la violencia, ejercida por ambos bandos, y utilizada por los socialistas para combatir y resistir la opresión a la que estaban siendo sometidos. Un siglo después de los hechos y cuarenta años después de su estreno, la obra de Bertolucci aún nos remueve y, como todo gran clásico, conserva su vigencia invitándonos a desentrañar y comprender nuestra realidad.  





Bibliografía: 
GARRIDO GONZÁLEZ, A.; GÓMEZ CUTILLAS, J.L. “El período de entreguerras (19191939)” En: Historia del Mundo Contemporáneo. Ed: Edebé, Barcelona, 2008. ISBN: 978-84-236-8983-5. 

NICOLÁS ARRÚA, N. Entre el fascismo y la revolución: La construcción de la oposición política al fascismo en Italia desde los años previos a la llegada al gobierno de Mussolini hasta la instauración del Régimen fascista, (1919-1926). Tesis de grado. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, 2008. En Memoria Académica. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.1056/te.1056.pdf 

VILLARES, R.; BAHAMONDE, A. “La economía de entreguerras”. En: El mundo contemporáneo. Del siglo XIX al XXI. Novena edición. Ed: Taurus, 2015. ISBN: 978-84306-0074-8. 

VILLARES, R.; BAHAMONDE, A. “Política para una sociedad de masas. Democracias y fascismos en la época de entreguerras “. En: El mundo contemporáneo. Del siglo XIX al XXI. Novena edición. Ed: Taurus, 2015. ISBN: 978-84-306-0074-8. 

VILLARES, R.; BAHAMONDE, A. “La crisis internacional de los años treinta. La II Guerra Mundial” . En: El mundo contemporáneo. Del siglo XIX al XXI. Novena edición. Ed: Taurus, 2015. ISBN: 978-84-306-0074-8. 

Un ensayo sobre el Manifiesto

Es en 1848 cuando “El Manifiesto Comunista” aparece por primera vez como panfleto político en Londres. En él, Marx y Engels exponen y promulgan su doctrina revolucionaria, y en el cual, a lo largo de sus cuatro capítulos, se aplica un discurso científico y argumentativo para movilizar a las masas. Sus principios se verán apoyados por los términos que serán el núcleo de todas sus ideas: lucha de clases, sistema de producción y materialismo histórico.  

Pero antes de entrar a desarrollar la interpretación de este Manifiesto, cabe detenerse en sus autores, personajes sumamente influyentes en la historia. Karl Marx, filósofo alemán, creía férreamente en el socialismo como consecuencia necesaria de la historia y, por lo tanto, en su advenimiento, más tarde o más temprano. A parte del “Manifiesto Comunista”, Marx escribió junto a Engels ¨La ideología alemana¨ en 1848 y, más tarde, en la época que vivió en Londres, la ¨Contribución a la crítica de la economía política¨. 
Engels, compatriota de Marx, será también un actor clave en los movimientos obreros y en la I y II Internacional. Periodista, y temprano revolucionario, entrará en contacto con 
Marx, atraído por su liderazgo y su carisma. En el mismo año de publicación del Manifiesto, Marx y Engels, juntos, se unirían en las barricadas de Alemania. 

“¡Proletarios de todos los países, uníos!” Basta leer esta sentencia final del Manifiesto, para entender su intención. Alentado por los años en los que las nuevas formas de producción han determinado las nuevas clases sociales. Así como la historia nos ha mostrado la permanencia de la clase opresora y la clase oprimida, Marx y Engels nos exponen las pautas para extinguir la explotación de la clase dominada del siglo XIX. Si antes los liberales habían reivindicado la abolición de los regímenes absolutistas, y más tarde la nueva burguesía se había levantado en contra de las élites arcaicas (sin derogar los antagonismos de clase), había llegado la hora de determinar quién era el enemigo: la nueva burguesía capitalista. Había llegado el momento de gritar a todas las conciencias que la revolución era necesaria. 

El nacimiento del proletariado y la nueva burguesía había sido consecuencia de las modernas formas de producción. Pero, entre estas nuevas clases sociales había una importante diferencia: la burguesía poseía los medios de producción, mientras que el proletariado solo su fuerza de trabajo. El obrero pasaba un número indecente de horas trabajando, a cambio de un salario. Un salario que solo le permitiría subsistir, para seguir trabajando, y que, en muchos casos, no le permitía si quiera consumir ese bien que estaba produciendo para el burgués. Por el contrario, éste último, se beneficiaba del sistema para monopolizar el capital, y se aprovechaba de la fuerza de trabajo del proletario, entendiéndolo como una mercancía más, sujeto al pujante comercio libre.  

En el primer capítulo, el discurso se centra en focalizar el movimiento, situarlo en la historia, y definir los principios que dirigen el sistema económico burgués: “el capitalismo enterró la dignidad personal bajo el dinero, y redujo todas aquellas innúmeras libertades escrituradas y bien adquiridas a una única libertad: la libertad ilimitada de comerciar”. De ahí la necesidad del cambio, de la revolución, para acabar con la cosificación que sufre la clase obrera. Porque “la burguesía es incapaz de gobernar, hasta tal punto que se ha hecho incompatible con la sociedad”.

En el capítulo titulado “Proletarios y comunistas”, nos detalla los objetivos del levantamiento obrero, siendo tres los fundamentales: formar la conciencia de clase del proletariado, derrocar el régimen de la burguesía y llevar al proletariado a la conquista del poder. Por ello, no es el final último del comunismo acabar con la propiedad como la entendemos ahora, sino liquidar la estructura que sustenta la burguesía. Es en las siguientes líneas donde se tumban los tópicos acerca de los comunistas, defendiendo claramente su posición, teniendo conciencia de su estrato. Se trata de agitar las conciencias, como anteriormente habíamos dicho, de todo un colectivo. 

No son verdades absolutas las que impone la clase opresora, la clase burguesa sólo vela por sus intereses, no por los de toda la sociedad. La educación, la política, los ideales, están adaptados al éxito del sistema imperante. Por esta razón el proletariado debe ascender, y hacer de su clase el Estado. Arrebatar el capital y los medios de producción para centralizarlos. De este modo, las medidas vienen a defender, en aspectos generales, la socialización de los instrumentos de producción, ya que consideran que el capital no es un bien privado, sino público. Una vez en el poder, el proletariado tiene el deber y la responsabilidad de eliminar el Estado, diluir la diferencia de clases, y acabar con la histórica rivalidad entre clases oprimidas y opresoras. Porque “en la medida y a la par que vaya desapareciendo la explotación de unos individuos por otros, desaparecerá también la explotación de unas naciones por otras”. 

Los autores, pues, dejan marcadas las líneas de trabajo del comunismo: educación pública y gratuita de todos los niños, centralización del crédito, impuesto progresivo, y la proclamación del deber general de trabajar (indispensable conociendo el fracaso del experimento de Owen en New Harmony), entre otras. Es así como acaba el capítulo que pretende esclarecer las sombras engendradas sobre el socialismo. 

El siguiente apartado viene a distinguir socialismo reaccionario, socialismo alemán o ‘verdadero‘, el socialismo burgués y el socialismo crítico-utópico. El primero lo entendían como ese fingido socialismo en el que la marginada aristocracia o pequeña burguesía se apoyaba, para combatir la injusticia que no le permitía integrarse en el grupo dominante. Esa parte de la población no poderosa, pero acomodada, veía en la defensa de los derechos de los proletarios la oportunidad de defender sus intereses particulares. Parecido es el socialismo burgués: éste, consciente del sufrimiento de la clase obrera, se muestra comprometido con la causa proletaria, y amaga unas reformas que finalmente desembocan en el mantenimiento del sistema. Por el contrario, el crítico-utópico representa la esencia, la lucha entre las clases. He aquí el germen del movimiento, aun cuando la clase que ha de encabezar la revolución no ha alcanzado el nivel de organización y madurez necesaria. Asimismo, quedan latentes las esperanzas de cambio en el orden social, imaginando esa idílica sociedad comunista del futuro. 

Sin embargo, y tras todo lo mencionado anteriormente, son las últimas páginas del manifiesto las que pretenden levantar la moral de la clase trabajadora, llamando a su unión y a su lucha. Deben, los comunistas, aliarse con los demás partidos que en su ámbito territorial e histórico se anuncien revolucionarios, para llegar al poder y dejar lugar a la verdadera democracia, que es el socialismo. Marx y Engels finalizan así el manifiesto que será publicado en varios idiomas, y que calará en las conciencias de gran parte de la sociedad del continente europeo. 

No podemos acabar este escrito sin abordar los antecedentes de las ideas presentes en el Manifiesto, así como las trascendentes consecuencias que condicionarían la historia contemporánea desde 1848. 

Con el resultado de la Revolución Industrial, el apogeo del libre comercio, y el crecimiento de la producción manufacturada frente a los productos agrícolas, la producción doméstica y la estructura gremial se vieron sin fuerzas para encarar la nueva era de las fábricas. Allí donde se encuentran los que tuvieron que emigrar del campo para buscar la prosperidad en las ciudades, se agrupa el proletariado. Se agrupa bajo el mismo techo que las máquinas, que han determinado las formas de trabajar y producir. Se sienten cosificados dentro de una división del trabajo, que no les permite tener 
iniciativa ni personalidad. Recibiendo un salario mísero, no tienen nada que perder. 

Por otro lado, en la Indiana (EE.UU) de 1825, empresario Robert Owen  llevaría a cabo un experimento que servirá, posiblemente, de inspiración para Karl Marx. Pese a que terminó fracasando, Owen intentó crear una sociedad apartada, igualitaria y comunitaria a la cual ya se la concibió como socialista. Sin embargo, la falta de incentivos de sus habitantes, llevó a la pasividad productiva y laboral de éstos, lo que supuso el cese del proyecto. 

Una de las experiencias históricas más relevantes tras la publicación del Manifiesto fue la I Internacional Obrera, fundada en 1864 en Londres, siendo Marx el autor de sus estatutos. Pronto este impulso revolucionario se vio reprimido, debido a las divergencias internas y la Comuna de París no pudo evitar acabar en fracaso. Sin embargo, su disolución no significó la muerte del movimiento obrero, ni mucho menos. Así, en 1889 se funda la II Internacional, no exenta de disparidades, pero con cierta consolidación. Se reivindicaron en ella mejoras sociales y la jornada laboral de ocho horas y, a raíz de esta corriente, aparecieron partidos políticos obreros nacionales, que con el tiempo, se 
fueron convirtiendo en partidos de masas. 

Más tarde, tras la muerte de Engels en 1895, las ideas de Marx se dividieron en dos tendencias, y Lenin sería el representante del ala más radical. Encabezó la primera revolución socialista con éxito, llegando a formar el primer gobierno bolchevique de Rusia. Pero con él, el sentido del socialismo de diluyó. Se formó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en 1922, donde el ideal de la sociedad comunista pasará a convertirse en una dictadura, dirigida por Stalin, el ¨hombre de acero¨. 

Es evidente que las circunstancias y el nivel de progreso de cada área atraída por las ideas marxistas han sido determinantes para su desarrollo. Asimismo, la voracidad y las dimensiones del capitalismo, han llevado a la creación sistemas perversos y totalitarios en la búsqueda por derrotarlo o plantear una alternativa más justa, como hicieran Marx y Engels. Sea como fuere, el “Manifiesto Comunista” y su influencia en las masas e individuos contemporáneos, marcaron todo el desarrollo del siglo dividiendo el  planeta en dos modelos socio-económicos.






Bibliografía: 
MARX, K y ENGELS, F. ¨Burgueses y proletarios¨. En: El manifiesto Comunista. Cuarta 
edición. Ed: Ayuso, p. (26-28) 

GARRIDO GONZÁLEZ, A, GÓMEZ CUTILLAS, J.L. ¨La sociedad industrial y el movimiento 
obrero¨. En: Historia del Mundo Contemporáneo. Ed: Edebé, Barcelona, 2008. ISBN: 978
84-236-8983-5. 

VILLARES, R, BAHAMONDE, A. ¨Ricos y pobres: movilidad social y acciones colectivas¨. 
En: El mundo contemporáneo. Del siglo XIX al XXI. Novena edición. Ed: Taurus, 2015. 
ISBN: 978-84-306-0074-8. 

Socialismo, el paraíso terrenal [en línea]. Canal Historia. [Consulta: 15/02/2016]. 
Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=X9iHuVO8ZhE   

La tardía Revolución Industrial

INTRODUCCIÓN  
La Revolución industrial a España llegará mucho más tarde que al resto de países europeos. La escasez de materias primas y de inversión hará del desarrollo industrial un proceso lento, que comenzará a finales del siglo XIX en las áreas tradicionales como Cataluña y País Vasco, y que se prolongará hasta los años sesenta del siglo XX, donde ya podremos decir que España posee las características de un país industrializado.  
Además, el moderado desarrollo de este sector se verá influenciado por los mercados externos y por las convulsas situaciones con las que convive el país en cada etapa. Asimismo, otro freno importante y que marcará la diferencia con otros países europeos como Holanda, es que no se dio una transformación en la agricultura.  

1. EL INICIO: S.XIX  
Comparado con países como Gran Bretaña, que inició su proceso de revolución industrial en el siglo XVIII, seguido por Alemania o Francia, España comienza en el siglo XIX a dar prioridad a su sector secundario. A partir de los talleres de artesanía en Cataluña, surgen las primeras fábricas textiles, mientras en el País Vasco aparecen y se desarrollan las primeras industrias siderúrgicas. En este siglo se plantean leyes proteccionistas con el fin de favorecer las manufacturas españolas frente a las del resto de Europa. Este hecho llevó al encarecimiento de los productos extranjeros y dio lugar a una mayor demanda de productos españoles, por ser más baratos al público, lo que concedió un impulso a nuestra economía. Pero, indiscutiblemente, la llegada del ferrocarril en el año 1848, marcaría el inicio de esta revolución. 

2. LA INTRODUCCIÓN AL PROGRESO: 1900-1959  
“El evidente crecimiento demográfico español durante el siglo XX, que podemos cifrar en 22 millones de habitantes”, permitió que hubiera más clientes y compradores de manufacturas, con más inversión en la industria y más demanda de manufacturas propias.   

Durante la Primera Guerra Mundial se buscó, desde los países en conflicto, productos manufacturados en países neutrales como España. De esta forma se amplía la exportación y nuevos capitales entran en el país. Sin embargo, tras la finalización del conflicto, los países europeos dejaron de comprar productos autóctonos.  A lo largo de los años veinte, algunas compañías multinacionales decidieron instalarse en España, dando numerosos puestos de trabajo. A pesar de esta aparente evolución, el crac del 29 y la crisis de los años treinta, mermaron muchas esperanzas, dando lugar a un crecimiento moderado y una productividad escasa en comparación con otros países. 

En 1930, la llegada de la Segunda República apoyó al sector de la industria, pero el crecimiento se vio frenado con la llegada en el año 1936 de la Guerra Civil española. 
Dentro del período de autarquía en el régimen franquista, el INI (1941) intentó dar impulso a un sector industrial que, por exigir grandes inversiones y obtener escasos beneficios, no gozaban de iniciativas privadas. Fue el caso de la construcción naval, los hidrocarburos, la petroquímica, la automoción, la maquinaria o los fertilizantes, entre otros. Bajo esta coyuntura se dio una política de consolidación de zonas industriales históricas como el País Vasco y Cataluña, además de industrializarse Madrid y sus alrededores. A medida que avanzaba la década de 1950 surgieron empresas privadas que acaban superando en el número y la producción a las públicas. De esta forma, a finales del periodo, la estructura de la industria se centraba en la producción de bienes de equipo, que habían desplazado a los bienes de consumo. En 1959 se exportaba un 3% de la producción industrial en España. 

3. EL DESARROLLO INDUSTRIAL: 1959-1975  
A partir del Plan de Estabilización de 19593, la nación se incorporó al sistema mundial de economías capitalistas desarrolladas, lo que provocó la modernización de las estructuras y del crecimiento fabril. Los Planes de Desarrollo del periodo franquista (1964-67, 1968-1971, 1972-1975), intentarán potenciar la industria en áreas con escaso desarrollo industrial, mediante polos de desarrollo, polígonos de descongestión o zonas de preferente localización industrial. Esto se hará mediante exenciones fiscales e incentivos a la inversión extranjera. 

La realidad del desarrollo industrial en España es que éste se siguió centrando, al final de época franquista, en cinco puntos clave: en el País Vasco como principal zona industrial; en ciudades del norte, especialmente Cantabria, donde se localizó una industria naval, siderúrgica, metalúrgica y química; en Cataluña, que acoge el desarrollo de la industria textil, farmacéutica, la automoción y de bienes de uso y consumo; en la C. Valenciana, se dan la industria del juguete, el zapato y la agroindustria; en el centro de la península se establece una industria muy diversificada: imprenta, farmacéutica, automoción, aeronáutica,  etc. Por otro lado, el resto del país tendría dos enclaves más: 
el Valle del Ebro y el corredor Córdoba-Sevilla, con una fuerte orientación hacia la agroindustria, mientras gran parte del interior apenas tiene tejido industrial.

4. LA CRISIS DE LA INDUSTRIA: 1975-1984  
La crisis mundial afectó profundamente a España. El aumento del precio del barril de petróleo en 1973 provocó meses más tarde un encarecimiento en materias primas y de los transportes, que desencadenó una crisis industrial global. Ésta, estuvo caracterizada por la inestabilidad política ya que, tras la muerte de Franco, se retrasaron las medidas inmediatas y efectivas que hubieran podido subsanar la crisis. Además, la industria española había crecido en volumen, pero no en tecnología ni en inversión de estructuras. Así, y debido al recorte de la demanda, los empresarios redujeron puestos de trabajo y descendió a un 16% el empleo en este sector. La industria había dejado de 
ser la principal fuente de ingresos, orientando a la sociedad hacia el sector servicios. 

5. LA REINDUSTRIALIZACIÓN A PARTIR DE 1984  
En 1984, con el gobierno socialista de Felipe González, se promulgó la Ley de Reconversión y de Reindustrialización, que supuso una remodelación de la industria y de los espacios industriales para adecuarse a modelos europeos en cuanto a tecnología, especialización, productividad y competitividad. Seguirían vigentes aquellas empresas que tuvieran capacidad para competir en el marco europeo, mientras que desaparecerían las que no fueran competitivas. Estas nuevas reformas afectaron a varios sectores: siderurgia, construcción naval, electrodomésticos de gama blanca, componentes electrónicos, equipos eléctricos de base, etc. 
La entrada en la Comunidad Económica Europea (1986) llevó a la creación de nuevos incentivos regionales para el desarrollo industrial, como las grandes áreas de expansión industrial, las zonas de preferente localización industrial, y las zonas de urgente reindustrialización (ZUR). A partir de estas últimas, se pretendía relanzar las empresas generadoras de empleo estable, al menos durante tres años, con financiación de comunidades autónomas y fondos europeos. Las zonas más favorecidas serán la cordillera Cantábrica y la industria textil catalana. Sin embargo, lo cierto es que la reindustrialización sólo pudo ser parcial.

6. LA INDUSTRIA ESPAÑOLA EN LA ACTUALIDAD  
Las mejoras en los procesos de fabricación, ya sea en maquinaria o en técnicas productivas, han permitido elaborar productos más competitivos y más fácilmente exportables. De este modo, la estructura de la industria española actual presenta áreas con un fuerte dinamismo económico, frente a ciertas zonas en declive, como el eje atlántico y cantábrico, las cuales se habían especializado en una industria de base y que había sufrido la crisis de los años setenta y ochenta. Entre las zonas en auge destacan el valle del Ebro y el arco Mediterráneo, especializados en bienes de uso y consumo, aunque poseen además industrias como la del calzado, textil, farmacéutica, cerámica o de automoción. Asimismo, el área metropolitana madrileña presenta un territorio de expansión industrial hacia el Corredor del Henares y hacia Toledo, con una gran diversidad de industrias: papel, farmacéutica, aeronáutica, automoción, etc. Fuera de estos ejes cabe destacar el eje Jaén-Sevilla, con un enfoque agroindustrial, y el eje Valladolid-Palencia, con predominio automovilístico.  

Cuando hablamos del sector secundario, hablamos también del subsector de la construcción, que aparece habitualmente con sus propios indicadores. Este subsector ha tenido en el siglo XX una evolución intermitente.  
Durante los años sesenta, se contribuyó a su desarrollo gracias a tres factores: valor de las actividades, repercusiones públicas y sociales, y su gran capacidad. En esta fase se realizan vías de comunicación, obras públicas, construcción de viviendas, locales y naves industriales. Diez años más tarde, durante la crisis de los setenta antes mencionada, se desaceleró la construcción y las industrias complementarias a ésta se vieron seriamente afectadas. A mediados de los ochenta volvió a resurgir la construcción: se edifican nuevas viviendas y locales y se rehabilitan numerosos edificios. En los años noventa se continúa construyendo infraestructuras necesarias como autovías y depuradoras de 
agua, entre otras obras. Así, en 1997, con la Ley de Suelo implantada por el gobierno de Aznar, se experimenta un auge sin precedentes que se mantiene hasta 2007. Dicho auge trajo consigo un aumento desproporcionado de los precios de la vivienda, lo que se ha conocido como burbuja inmobiliaria. Pero, desde 2008, este modelo cayó en una profunda crisis debido a dos hechos: los elevadísimos precios de la vivienda y a la crisis financiera mundial. Las consecuencias de esta caída fueron la pérdida de miles de puestos de trabajo, el cierre de empresas, y una crisis general de dimensiones inesperadas. 

Cuando hablamos de industrialización, debemos tener en cuenta, como hecho innegable, su impacto ambiental. El abuso de la explotación de la naturaleza y de la utilización de energía, representa un coste ambiental muy alto. Al finalizar el proceso productivo, la industria acumula residuos altamente tóxicos que no sólo perjudican al medioambiente, sino también a la salubridad de los ciudadanos. Entre los problemas más graves podemos destacar: la contaminación del aire, que es responsable del efecto invernadero, de la disminución de la capa de ozono, y de la generación de lluvia ácida, siendo las zonas más contaminadas Asturias, País Vasco, y las áreas metropolitanas de Madrid y Barcelona; la contaminación del agua, especialmente debida a vertidos industriales (generalmente metales pesados como el plomo o el mercurio) siendo las áreas más afectadas el litoral y la ría del Nervión, el delta de Llobregat, y la bahía de Algeciras. Ante esta situación, la Unión Europea impone a las empresas controles cada vez más exigentes sobre las emisiones y vertidos en el agua, los residuos generados, el consumo de materias primas, el ruido, la prevención de accidentes, y la restauración del emplazamiento si cesa la actividad industrial. 

CONCLUSIONES  
En definitiva, podemos decir que el desarrollo tardío y desigual de la industria en nuestro país se debe a que no se modernizó el sector agrario, cuando otros países incrementaron su productividad, y a que los capitales obtenidos no se reinvirtieron en la modernización de la agricultura, como sí ocurrió en Gran Bretaña u Holanda. A esto se unió la actitud de la escasa burguesía española que, guiada por el estilo de vida de la nobleza, mostró poco interés por el sector industrial, y apenas invirtió en su capitalización. Respecto a la demanda de productos, el hecho de que la mayoría de la población fuese campesina y de bajo poder adquisitivo, impidió la existencia de un mercado interior peninsular. Del 
mismo modo, la emancipación de las colonias americanas llevó a España a perder mercados para sus manufacturas, así como buena parte de las rentas que engrosaban la Hacienda. 
Por último, un factor más que relevante fueron las situaciones de conflicto, como las Guerras de Independencia o las Guerras Carlistas acaecidas en el siglo XIX durante el reinado de Isabel II, que provocaron un enorme desgaste de la sociedad, con grandes descensos demográficos y pérdidas económicas. 





BIBLIOGRAFÍA  
1España. La tardía revolución industrial española, 15 SEP 2010.  
 Blog de historia. Available from: http://sobrehistoria.com/la-tardia-revolucionindustrial-espanola/ 

2CABRÉ, A, DOMINGO, A y MENACHO, T (2002) “Demografía y crecimiento de la población española durante el siglo XX”, a PIMENTEL SILES, Manuel (coord.). Mediterráneo Económico. Monogràfic: Procesos Migratorios, economía y personas, pp. 121-138. Almería: Caja Rural Intermediterránea. Cajamar. 

3 VARELA PARACHE, M, Madrid, 11 de Enero de 2010. EL Plan de Estabilización de 1959. 
Catedrático Emérito UCM y Universidad San Pablo-CEU. 

4 1975-1985 Crisis económica y reconversión industrial. Available from: 
http://geopress.educa.aragon.es/WebgeoNEW/libro/secundario/3-crisis73.pdf 

GONZÁLEZ GARRIDO, A, NAVARRO LÓPEZ, J, 2009. Industrialización y transformaciones 
sociales en el siglo XIX en Historia de España. Barcelona: editorial Edebé. Pág. 149-151 
ISBN: 978-84-236-9379-5. 
GONZÁLEZ GARRIDO, A, NAVARRO LÓPEZ, J, 2009. Economía y transformaciones sociales 
(1898-1936): la consolidación industrial en Historia de España. Barcelona: editorial 
Edebé. Pág. 246. ISBN: 978-84-236-9379-5.   
  

El factor institucional como causa de la desigualdad económica

Las posibles causas de la desigualdad económica entre los diferentes países y dentro de éstos es aún en la actualidad un tema que confronta diferentes puntos de vista. Sólo cabe estudiar cada una de ellas y observar de cerca sus nocivas consecuencias. Según un informe de OXFAM2, elaborado en 2014, “la desigualdad económica crece rápidamente en la mayoría de los países. La riqueza mundial está dividida en dos: casi la mitad está en manos del 1% más rico de la población, y la otra mitad se reparte entre el 99% restante”.

Podemos deducir, a partir de estas escalofriantes cifras, que la forma de distribuir la riqueza en el mundo es deficiente. Se presenta banal señalar como causa la geografía, cuando tenemos el ejemplo claro de África, rica en recursos, pero por desgracia condenada a la pobreza. Podemos aventurar, pues, que el problema de la desigualdad no es la escasez de recursos, si no el indebido uso de éstos y su distribución. 

Es aquí donde adquieren protagonismo las instituciones que, en muchos casos, en lugar de proteger a las diferentes sociedades frente a la disparidad económica, protegen los intereses de una élite aliada con un sistema tan competitivo como es el capitalismo. Como es sabido, el juego de la oferta y la demanda se reduce en la mayoría de los casos a un concepto de “rentabilidad” y, como hemos visto a lo largo de la historia desde el nacimiento de este sistema de libre mercado, para que unos ganen, otros deben perder. 

De este modo, las instituciones ven su función truncada, desamparando a muchos territorios que por diferentes causas, ya sean conflictos internos, geopolíticos, o en cuestiones de sanidad, no se presentan rentables ante el sistema imperante. La inversión en el desarrollo a largo plazo de estos países pobres parece considerarse poco atractivo en el mundo actual. ¿Por qué si no, dejamos a estos países fuera de la economía a gran escala, impidiendo su crecimiento y su desarrollo? 

Si echamos la vista atrás, hacia la época colonial, vemos cómo las sociedades colonizadas en la mayoría de los casos fueron víctimas de las nuevas instituciones implantadas. Éstas, legitimaron el saqueo de recursos y respaldaron incluso la limitación de las libertades en beneficio de los colonos. Los nuevos mandatarios europeos, extraerían sus riquezas y esclavizarían a sus gentes, empobreciéndolas y privándolas del ejercicio que conlleva la gestión de los productos que sus tierras les ofrecían. 

Asimismo, en la actualidad, queda latente la disfunción de muchas instituciones que se ven envueltas en el manto de la corrupción. Como nos indica Diego Bautista, las nuevas instituciones buscan un beneficio económico, perjudicando social y económicamente a los ciudadanos, y tendiendo su mano a las entidades privadas, dándolas prioridad. Además, los representantes públicos aprovechan su posición para elevar sus salarios llegando incluso a equipararlos con los del Presidente del País. 

Por todo ello, podemos concluir que el factor institucional es en gran medida responsable de la brecha económica existente. El objetivo fundamental de su constitución ha acabado por degradarse, hasta el punto de agravar una problemática tan trascendente como es la desigualdad económica.      





BIBLIOGRAFÍA 
1 D. Acemoglu, «Raíz histórica. Un enfoque histórico de la función de las instituciones en 
el desarrollo económico», Finanzas & Desarrollo, 2003, p. 27-30. 
1 J. D. Sachs, «Las instituciones son importantes, pero no para todo. No debe 
subestimarse el papel que cumplen la geografía y los recursos naturales en el 
desarrollo», Finanzas & Desarrollo, 2003, p. 38-41. 
2 A. A. V. V., «Gobernar para las élites. Secuestro democrático y desigualdad 
económica». En: 178 informe de Oxfam, 2014. 
3 O. Diego Bautista, «La corrupción de las instituciones públicas: ¿Realmente no hay alternativa?» Revista Española de Control Externo, 2008, p. 11-12.