domingo, 5 de junio de 2016

Un análisis de Novecento, un film de Bernardo Bertolucci





La película Novecento, considerada una de las obras maestras del cine, nos sumerge con maestría en los acontecimientos que marcaron la primera mitad del siglo XX en Italia. En un período convulso, se vislumbra la atmósfera que respira una Europa que comienza la nueva centuria. Así, los protagonistas personificarán las dos clases antagónicas de la sociedad italiana, las cuales veremos también distanciadas en cuestiones ideológicas: socialismo y fascismo. 


A lo largo de cinco horas de largometraje, Bertolucci abarca un período amplio, comprendido entre 1901 y 1945, aproximadamente tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial. De este modo, a lo largo de la película asistimos al espacio previo a la Primera Guerra Mundial, sus consecuencias en años posteriores y las nuevas ideas predominantes que se consolidaron en la década de los años veinte y treinta, así como a las causas, el desarrollo, y el derrocamiento del fascismo. 

Olmo y Alfredo representan la amistad nacida entre dos personas de distinto estrato social, dentro del mismo ámbito agrario italiano. De esta forma, el director nos ofrece la dualidad, la doble perspectiva que confronta las condiciones de vida de nuestros dos protagonistas. Alfredo, hijo del patrón, acostumbra a pasar sus ratos libres con un niño de su edad, Olmo, que debido a su condición de campesino y trabajador, simboliza la otra cara de la moneda. Sin embargo, Alfredo empatiza con la situación de éste, y se deja influenciar por la ideología socialista, reivindicando su oposición al régimen establecido. 

En las primeras secuencias se pone en relieve el estado de la Italia rural, donde aún se utilizan herramientas rudimentarias para trabajar la tierra, al no haberse afianzado las consecuencias de la Segunda Revolución Industrial. Será posteriormente, cuando Olmo haya vuelto de combatir en la Gran Guerra, cuando se evidencia la consolidación del capitalismo, con la introducción de nuevas herramientas y maquinaria. Por tanto, queda patente el arcaico sistema feudal que se mantiene, con estructuras que dejan al campesinado en una situación de precariedad y de total dependencia del patrón. Por otra parte, adopta relevancia el papel de la mujer campesina, que combate la injusticia de forma feroz, alentada también por las ideas socialistas y los levantamientos revolucionarios. 

En esta coyuntura llegamos a 1914, y el inicio de la Primera Guerra Mundial. El imperialismo surgido en el siglo XIX y los conflictos y tensiones entre naciones, desembocaron en este enfrentamiento armado sin precedentes. Italia, que desde principios del siglo XIX venía gestando un profundo nacionalismo, ligado al movimiento romántico, y que además se había visto debilitada en la carrera imperialista, se situó del lado de la Triple Alianza (Alemania, Austria-Hungría e Italia), de la que formaba parte desde tiempos de Bismarck. Sin embargo, pronto adquirió una posición de neutralidad, para más tarde, en 1915, y debido a razones de interés bélico, posicionarse del lado de los países pertenecientes a la Entente. 

Un año antes de la finalización de la Gran Guerra, Italia optó por el abandono de la contienda, retirándose. En ese mismo momento, en Rusia, se llevaba a cabo la revolución bolchevique liderada por Lenin, llegando al poder y dando lugar al primer gobierno proletario. El éxito de la revolución roja calaría profundamente en el campo Italiano, como se aprecia en Novecento. Por otra parte, el fracaso militar y la situación de posguerra en Italia, empujarían, a partir de este trance, al nacimiento de actitudes e ideologías extremistas que se materializarían en la doctrina fascista de Benito Mussolini. Así comenzó un período marcado por la inestabilidad política y social, el clima violento, y la lucha por combatir la expansión del socialismo. 

Entrando en la década de los años veinte, Bertolucci reproduce a la perfección la vorágine en la que se encuentra la clase burguesa: la actitud irracional y salvaje de los personajes, su atracción por las nuevas drogas, el alcohol, la prostitución, la xenofobia y, sobre todo, por la violencia. Violencia que está presente durante toda la producción,  y que permite adivinar el clima en el que estaba envuelta una Italia desengañada. Los resultados de la guerra, contrarios a sus expectativas expansionistas, provocarían en el país ese sentimiento de frustración. En esta tesitura, el gobierno democrático liberal se vio enormemente debilitado, situación que fue aprovechada por Mussolini. 

Olmo, que en estos años mantiene su relación con Alfredo, observa en él cómo paulatinamente se va acercando a la clase dominante a la par que conserva su cercanía con los camisas negras, siendo esto un reflejo claro del auge del fascismo en estos años. 

Será Atila el que represente a esta milicia, defendiendo en todo momento los principios violentos, irracionales, racistas y nacionalistas que caracterizan al fascismo. Así, vemos en la película el fanatismo que produce el nuevo orden, cuando los camisas negras y la oligarquía se reúnen para señalar al enemigo común. De este modo, las escuadras de combate son apoyadas y financiadas por la burguesía, que teme perder sus privilegios a causa de la revolución socialista, dando lugar a la creación del Partido Nacional Fascista. 

En el año 1922, con el Duce en el poder, la represión ejercida contra los socialistas fue agresiva y continuada, y la situación del campesinado, decadente. La democracia liberal había sido incapaz de soportar la situación y el nuevo régimen autoritario ganaba adeptos en todas las capas sociales. El carisma del dictador parecía convencer a una sociedad desengañada, en la que abundaba un sentimiento nacional, que rechazaba el liberalismo y el parlamentarismo. La creación de esta nueva sociedad italiana, se percibe con claridad en la película, a la vez que queda reflejada la resistencia de los partisanos, defensores de las ideas comunistas-marxistas. 

Más tarde, la situación se vio agravada con la crisis financiera y económica iniciada con el crack del 29. Las consecuencias de esta recesión pronto reforzaron el totalitarismo y el anticapitalismo. Las clases poderosas habían perdido la confianza en el sistema del libre mercado, y reclamaban una jerarquía social que favoreciera sus intereses. Así, el régimen de Mussolini se apoyó en una economía de autoabastecimiento, y en toda una estructura que coartaba las libertades individuales centralizando todo el poder en el Estado, órgano supremo de control y represión. Se afianzaba así la Italia Fascista que Bertolucci nos presenta en su película. 

Pero como nos demuestra la historia, ningún régimen se mantiene constante e inamovible en el tiempo. En el año 1945, casi al fin de la Segunda Guerra Mundial, llega el momento de juzgar a los que habían sido cómplices del régimen. Vemos en la escena al grupo de campesinas perseguir a Atila y Regina (compañera de éste), cuando tratan de huir, y más tarde vemos cómo los braceros juzgan a Alfredo Berlinghieri, el patrón. Esta escena simboliza la caída de un régimen opresor y dictatorial, en beneficio del éxito socialista, que todos celebran sacando la bandera roja y cantando la canción titulada con el mismo nombre. 

En definitiva, y como se había dicho al principio de este escrito, se trata de un trabajo de gran calidad cinematográfica, rico en alegorías y fecundas críticas, donde la labor interpretativa facilita la comprensión de un período tan agitado y crispado. La actitud irracional e incluso esquizofrénica de algunos de los personajes pone de manifiesto el carácter de la sociedad del siglo XX: aturullada, cambiante, dinámica, que tan bien plasmaron entonces movimientos como el futurismo. El nuevo mundo de las drogas, la música o el cine, así como la ilusión por alcanzar la prosperidad americana, se presentan aquí como un tímido espejismo frente a la cruda realidad que vive gran parte de la población. Por otra parte, el director constata el papel de la violencia, ejercida por ambos bandos, y utilizada por los socialistas para combatir y resistir la opresión a la que estaban siendo sometidos. Un siglo después de los hechos y cuarenta años después de su estreno, la obra de Bertolucci aún nos remueve y, como todo gran clásico, conserva su vigencia invitándonos a desentrañar y comprender nuestra realidad.  





Bibliografía: 
GARRIDO GONZÁLEZ, A.; GÓMEZ CUTILLAS, J.L. “El período de entreguerras (19191939)” En: Historia del Mundo Contemporáneo. Ed: Edebé, Barcelona, 2008. ISBN: 978-84-236-8983-5. 

NICOLÁS ARRÚA, N. Entre el fascismo y la revolución: La construcción de la oposición política al fascismo en Italia desde los años previos a la llegada al gobierno de Mussolini hasta la instauración del Régimen fascista, (1919-1926). Tesis de grado. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, 2008. En Memoria Académica. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.1056/te.1056.pdf 

VILLARES, R.; BAHAMONDE, A. “La economía de entreguerras”. En: El mundo contemporáneo. Del siglo XIX al XXI. Novena edición. Ed: Taurus, 2015. ISBN: 978-84306-0074-8. 

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VILLARES, R.; BAHAMONDE, A. “La crisis internacional de los años treinta. La II Guerra Mundial” . En: El mundo contemporáneo. Del siglo XIX al XXI. Novena edición. Ed: Taurus, 2015. ISBN: 978-84-306-0074-8. 

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